21 febrero 2008

Espermatofagia

























semen patris omnium, id est Spiritus Dei 
el semen del Padre de todos, esto es, el Espíritu de Dios
San Ireneo, Adversus haereses, IV, 31
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omnes in uno Spiritu potati sumus
todos hemos bebido de un mismo espíritu 
1 Corintios 12.13
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Entre la población masculina de algunas tribus melanesias, australianas, y de Papúa Nueva Guinea, la tradición de los varones adolescentes de ingerir el semen de los varones adultos es considerada un ritual vital de virilidad. Los niños son alimentados con leche de la madre hasta justo antes de la pubertad, cuando son separados de las mujeres e introducidos en una sociedad de hombres. Se piensa que a fin de convertirse en hombres, deben ser alimentados con el semen o leche del hombre, y que sin esto no tendrán semen por sí mismos y no podrán engendrar hijos. A diferencia de las culturas que creen que los hombres pierden la masculinidad cuando chupan el pene de otro hombre, estos pueblos creen que los hombres ganan masculinidad, fertilidad y poder a través de la felación ritualizada.
Encyclopedia of sex and gender, p. 1367


























Thomson, en un artículo extremadamente interesante sobre los Koko Ya'o y tribus vecinas de la costa este de la Península del Cabo York,* afirma que tales tribus conocían la paternidad fisiológica, considerando al niño como un producto del fluido seminal del padre mientras que se creía que la madre era «nada».
Parece que Thomson estuvo bajo la impresión de que tales descubrimientos eran solo válidos para cualquier tribu australiana, pero ya en tiempos tan lejanos como el año 1893, B. H. Purcell, refiriéndose a los Workii, tribu que vivía no muy distante del noreste de las poblaciones del Cabo York, hizo saber la existencia de creencias sobre las virtudes del fluido seminal. Así, escribía en relación con la ceremonia Bora:
Después de la tercera iniciación en esta destacada ceremonia se le hace beber al joven el semen tomado de seis o de tantos adolescentes puros como haya en el campamento en el lugar del Bora. No se admiten otros púberes en las ceremonias. Hacen exactamente lo mismo cuando un viejo está muriéndose.1 Sostienen que como el semen los trae al mundo, les debe mantener vivos y preservarles de la muerte; y cuando muere un hombre piensan que el semen germina e incluso vuelve de nuevo a la tierra 2 y aparece en forma de hombre blanco o de alguna otra cosa, frecuentemente una «estrella».*
Ashley Montagu, Hombre, sexo y sociedad, p. 240, 241
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NOTAS

*D. F. Thomson, «Fatherhood in the Wilk Monkan Tribe». American Anthropologist, vol. 38 (1936), p. 374-93.
*B. H. Purcell, «Rites and Customs of Australian Aborigines». Verhandlungen, Berliner Gesellschaft fur Anthropologie, vol. 25 (1893) p. 286-89.

1. Por extraño e increíble que parezca esta primitiva costumbre está expuesta explícitamente en el Catecismo de la Iglesia Católica:
1524 A los que van a dejar esta vida, la Iglesia ofrece, además de la Unción de los enfermos, la Eucaristía como viático. Recibida en este momento del paso hacia el Padre, la Comunión del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene una significación y una importancia particulares. Es semen de vida eterna (semen aeternitatis) y poder de resurrección.
2. El volver de nuevo a la tierra es, evidentemente, el nacer de nuevo volviendo a entrar en el vientre materno de Juan 3.3,4.
Esta era más o menos la idea neolítica de la resurrección que tenían los cristianos primitivos, que recurrían para probar su existencia, no a la ficticia resurrección de Cristo, sino al ejemplo de la semillas sembradas. La famosa epístola 1 Corintios no solo se sirve ampliamente de esta analogía, sino que pone explícitamente a las estrellas como modelos de cuerpos incorruptibles (1Co 15.36-44). El lector puede leer en este blog* algunos de los textos de la literatura cristiana primitiva que hablan de la resurrección utilizando esta analogía. San Justino utilizaba como analogía el propio esperma humano. Según él, así como de una pequeña gota de esperma humano se forma el cuerpo, no es imposible que los cuerpos humanos, después de disueltos y esparcidos como espermas en la tierra (σπέρματον εἰς γῆν), resuciten a su tiempo por orden de Dios y se revistan de la incorrupción (Apología I.19).
* En la entrada principal (El Falo cósmico solar creador de la vida) y en la entrada titulada Esperma: semen o simiente (el texto de san Justino).

·Véanse los artículos Baruya people  y  Semen warriors of New Guinea.
 
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