05 julio 2008

Novias

























pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo.
2 Corintios, 11.2

porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y le fue dado vestirse de lino resplandeciente, limpio.  
Apocalipsis, 19.7,8


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El semen del hombre, el agua de la vida (Jn 4.10, 7.38, Ap 7.17, 21.6), se identificaba en la antigüedad con el alma, como la semilla con la planta, y era visto como una sustancia femenina. De aquí que los gnósticos vieran el alma como una mujer. El alma o semen era una mujer masculina, espiritual y celestial. La verdadera mujer se identificaba con la tierra, a la que el Dios del Génesis maldijo explícitamente (Gén 3.17; 5.29).
Los antiguos sabios dieron al alma nombre de mujer, y es realmente una mujer según su naturaleza. El alma tiene su propia matriz. Así comienza el tratato gnóstico La exégesis del alma, y más adelante se nos dice que la matriz del alma está vuelta al exterior como los órganos viriles están al exterior (131). Ya Filón, interpretando alegóricamente la castración o la preñez, hablaba tanto de las partes viriles y genitales del alma (τὰ ἄρρενα καὶ γεννητικὰ τῆς ψυχῆς μέρη, Quod Deus inmutabilis, 111; De somniis, 2.184; De mutatione, 173), como del coño o matriz del alma (τῆς ψυχῆς μήτρας, De migratione, 34, De sacrificiis, 102). Según la alucinante fantasía de los gnósticos, esta mujer masculina y celestial tenía un novio o esposo cósmico con el que se unía en la cámara nupcial, que era el Pleroma (San Ireneo, Adversus haereses, 1/7.1, Clemente de Alejandría, Extractos de Teódoto, 64).
Este librito a mí me parece un epitalamio, es decir, un canto nupcial, escrito por Salomón en forma de drama, en el que se canta a la manera de la esposa que se ha casado, y respecto a su esposo, que es el verbo de Dios, en ardiente amor celestial. Porque está enamorada de él, ya sea el alma que ha sido hecha a su imagen, o la Iglesia. Pero también esta misma Escritura nos enseña a este mismo magnífico y perfecto esposo, en las palabras usadas en la unión con el alma o la Iglesia. Así comienza el Comentario sobre el Cantar de los Cantares de Orígenes, basado enteramente en este simbolismo del alma/esposa que se une al Falocristo/esposo. De esta forma mítica y mística, los gnósticos interpretaban el regreso del semen cósmico al Falo que lo eyaculó, puesto que según ellos toda vida procedía de Dios (Hech 17.25, Jn 1.4) y tenía que regresar a él en la apocatástasis (Hech 3.21).
El Falo cósmico, el creador del universo, no solo era el Padre (Is 63.16; 64.8), también era, como es lógico, el Esposo o Marido (Is 54.5, Os 2.20, vir meus).
Al igual que Dios, Cristo es presentado en el Nuevo Testamento como un Novio o Esposo, νυμφίος (Mr 2.19,20, par., Mt 25.1,5,10, Jn 3.29), una prueba más, por si hubiera pocas, de que Cristo era ficticio. El alma se unía al Esposo exactamente igual que una puta con un hombre (1Co 6.16). En efecto, el alma se prostituía en este mundo (Exégesis, 128-130). Para salvarse, esta puta tenía que venir a llorar y derramar perfume sobre Cristo (Lc 7.37-50). Tenía que abandonar la prostitución de este mundo y unirse a su verdadero Esposo, no un hombre de este mundo, sino celestial: El Padre le envió desde el cielo a su esposo, que es el hermano de ella, el primogénito. Entonces el novio descendió hasta la novia. Ella abandonó su anterior prostitución y se purificó de las poluciones de los adúlteros, y se renovó para ser una novia. Se purificó en la cámara nupcial, la llenó de perfume; se sentó en ella esperando al novio verdadero. Ya no hace la carrera por la plaza, copulando con quien le apetezca, pero siguió en la espera del día en que vendrá (Exégesis, 132). Ya Filón hablaba del alma prostituida (ψυχῆς πεπορνευμένης, De specialibus legigus, 1.281).
En los mismos términos se expresaba Orígenes, usando incluso las mismas citas bíblicas que La exégesis del alma, y demostrando así su neta filiación gnóstica: Así pues, comprende que han sido muchos los amantes de tu alma, que se han complacido de su belleza, y con los cuales se ha prostituido. De los cuales decía: Iré detrás de mis amantes, que me dan mi vino y mi aceite (Os 2.5). Pero llega ya aquel momento en que dirá: Volveré a mi primer marido, porque entonces me iba mejor que ahora (Os 2.7)... nuestra alma fornicaba lejos de Dios y estaba con sus amantes los demonios. Pero después de haber dicho: Volveré a mi primer marido y de haber venido a Cristo que la creó a su imagen desde el principio, es necesario que el espíritu adúltero deje el lugar cuando ve al legítimo marido.
Toda mujer, o bien está sometida al marido y sujeta a sus leyes, o bien es una meretriz y usa de la libertad para pecar... Comprendamos por este ejemplo a toda alma. Por un lado, puede haberse prostituido a los demonios y tener muchos amantes... Pero si está unida al legítimo marido, a aquel hombre con el que Pablo une en matrimonio y asocia las almas, como él mismo declara: He decidido presentaros a un único esposo, Cristo, como una casta virgen (2Co 11.2), y del que en los Evangelios está escrito: cierto rey hizo nupcias para su hijo (Mt 22.2); entonces cuando el alma se ha entregado a las nupcias con este hombre y ha establecido con él un matrimonio legítimo, aunque haya sido pecadora, aunque se haya prostituido, no obstante, desde el momento en que se ha entregado a este hombre, él no tolera que ella vuelva a pecar. No puede soportar que el alma que él ha desposado vuelva a divertirse con los adúlteros
(Homilías sobre el Éxodo, 8.4,5).

Todos los hombres estaban invitados a las bodas de Cristo (Mt 22.1-14, Ap 19.9) y a convertirse en mujeres, es decir, en esposas de Cristo, pero el alma que no tuviera para comprarse (Ap 3.18) un vestido de boda no solo no podría casarse, sino que sería arrojada a las tinieblas de afuera (Mt 22.13). La carne es el vestido del alma (Terluliano, Scorpiace, 12.10, Filón, De fuga, 110). El vestido corriente o terrenal del alma era el cuerpo (Job 13.28, Mt 6.25-30), pero el vestido de bodas o celestial, blanco como el semen de luz (Mc 9.3, par, Ap 3.5, 6.11, 7.23) era el Logos: y sus vestidos se hicieron blancos como la luz (Mt 17.2), vistiéndose con el resplandor del Logos parecido a un vestido de gala (Metodio de Olimpo, Simposio, 8.5). Vestíos del Señor Jesucristo (Ro 13.14. Gál 3.27). Vestirse de Cristo no era vestirse como en las pantomimas de las procesiones. El autor gnóstico de estas palabras no estaba aconsejando que los cristianos se vistieran como nunca se vistió el ficticio Jesús, sino que abandonaran las pasiones de la carne, es decir, el alma tenía que limpiarse de los elementos carnales y sensibles y los asuntos de la tierra (Exégesis, 130; 1Pe 2.11, 1Jn 2.15,16), puesto que el hombre psíquico, es decir, el hombre de la tierra (1Co 44-48), no percibe las cosas del Espíritu de Dios (1Co 2.14) y piensa en lo terrenal (Fil 3.19). Esto equivalía a prescindir de la mujer: el engaño de Afrodita, que existe en el acto de la generación (Exégesis, 137).
In utero matris meæ... in inferioribus terræ, en el útero de mi madre... en la profundidad de la tierra (Sal 139.13,15). Dado que útero de la mujer equivalía a la tierra, el semen o alma era arrojado a la tierra cuando el hombre eyaculaba en la cópula. Pues el principio de la generación de los hombres está en el acto de echar el esperma (σπέρματος... καταβολὴ, Heb 11.11) en los surcos de la matriz (Metodio de Opimpo, Simposio, 2.1). De esta forma, el semen o alma crecía como una planta en la tierra y adquiría un cuerpo de tierra. Pero el semen o alma no se hacía cuerpo, como la semilla se hace arbol (Mt 13.30, Lc 13.19). El semen era al alma lo que la semilla al árbol. La potencia del semen viril era el alma, no el cuerpo. Entonces, ¿qué era el cuerpo? Nada: una simple vasija de barro (tierra) que contenía el alma y que podía romperse en cualquier momento (Is 45.9; 64.8, Jer 18.4,6, Ro 9.20, 2Co 4.7). Según Orígenes, el alma en esta vida está ensombrecida por el velo de este craso cuerpo, anima in hac vita velamento hujus crassi corporis obumbratur (Com. in Canticum, 3/5.16). Si la semilla era un árbol en potencia, el semen o alma no era un cuerpo en potencia, sino un duplicado ficticio del cuerpo, como si dentro del árbol hubiera otro árbol con las mismas ramas, pero sin madera, no hílico (ὕλη: madera, materia). Por esto, el cuerpo era visto por los gnósticos como una prisión, como una tumba o un envoltorio inútil, ya que la carne no sirve para nada (Jn 6.63), y toda carne (omnis caro) es como hierba que se seca (1Pe 1.24, Is 40.6,7, Stg 1.11), excepto la de Cristo, que no se secó nunca porque no era de la que se vende en la carnicería (1Co 10.25). Su carne es el Logos (Evangelio de Felipe, 57.6). La carne de Cristo que ellos comían (Jn 6.53.56) tenía el mismo sabor que el semen, ya que el semen es el verbo de Dios, semen est verbum Dei (Lc 8.11).
Como Dios los juntó como gavillas en la era (Mi 4.12), ellos distinguían y separaban la paja del grano con la criba de Satanás (Satanas expetivit vos ut cribraret sicut triticum, Lc 22.31) y así llenaban los graneros (Mt 3.12, 13.30, Lc 3.17, 12.18-21, Sal 144.13, Pr 3.10), el lugar donde se guarda el semen divino, porque cuando un esperma es puro se guarda en graneros seguros (Enseñanza autorizada, 25). Algunos sostenían que la paja, es decir, la carne, resucitaría como la vara de Aarón (Núm 17.8, Heb 9.4), pero la mayoría, al contrario, opinaba que ardería en el fuego eterno (Mt 3.12, Lc 3.17).


























Pero la mujer se une a su esposo en la cámara nupcial, y los que se unen en la cámara nupcial no se separarán.
Evangelio de Felipe, 70.18

San Ireneo, Contra hæreses, II 29.1, 30.5

Revertamur autem nos ad reliqua quæ sunt eorum argumentationis. In consummatione enim dicentes ipsorum Matrem intra Pleroma regredi, et recipere sponsum suum Salvatorem; se autem, quoniam spiritales esse dicunt, exspoliatos animas, et spiritus intellectuales factos, sponsas futuros spiritalium angelorum; Demiurgum autem, quoniam animalem dicunt, in Matris locum cessurum, justorum autem animas requiescere in medietatis loco, psychice dicentes similia ad similia congregrari, spiritalia ad spiritalia, materialia autem in materialibus perserverare.

Sic autem et hi, semet spiritales et meliores dicentes, et Demiurgum animalem, et propter hoc superascendere, et intra Pleroma penetrare ad viros suos, sunt enim feminæ, quemadmodum ipsi confitentur; Deum autem inferiorem, et propter hoc manere in medietate.


Volvamos, pues, nosotros a las restantes de las que son sus argumentaciones. En efecto, en la consumación, dicen, su Madre regresará dentro del Pleroma, y recibirá a su esposo el Salvador; en cuanto a sí mismos, puesto que dicen ser espirituales, despojados de las almas, y hechos espíritus intelectuales, serán las esposas de los ángeles espirituales; en cuanto al Demiurgo, puesto que dicen que es animal (psíquico), se irá al lugar de la Madre; en cuanto a las almas de los justos, descansarán en el lugar de en medio, dicen que lo psíquico se reunirá (como) lo semejante a lo semejante, lo espiritual a lo espiritual, en cuanto a lo material, permanecerá en lo material.
.
Y así también estos, se llaman a sí mismos espirituales y mejores, y al Demiurgo, animal, y por esto ascienden a lo superior, y penetran dentro del Pleroma hacia sus esposos, puesto que son mujeres, como ellos mismos lo confiesan; en cambio, Dios es inferior, y por esto permanece en el medio.


























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